Por Gabriela Martínez
TIJUANA, BC A 23 DE ABRIL DE 2021.- La defensa del Club , luego de la amenaza del gobernador Jaime Bonilla Valdez, alcanzó niveles no solo locales sino internacionales. Una de las agencias más importantes del mundo retomó el hecho y hace un par de días publicó un artículo.
Casi cualquiera que defienda al Club una de las frases que más utiliza tiene que ver con: certeza jurídica. Expropiar el área verde que utilizan los golfistas es, dicen, un atentado a la certeza jurídica y al patrimonio. Si lo expropian, advierten, qué los detendrá para expropiar y desterrar a cualquiera, nadie está seguro.
La memoria a veces es selectiva o trabaja a conveniencia. O tal vez algunas realidades no son la misma que la de más de la mitad de los ciudadanos que, en el nombre del desarrollo, en realidad nunca han tenido certeza jurídica sobre sus bienes porque los desalojos y desplazos son de siempre. Las comunidades indígenas saben muy bien de eso.
Por ejemplo, la comunidad indígena Pai Pai enclavada en Jamao -en el Valle de la Trinidad, al sur de Ensenada- lo perdió todo. Un día hace un par de décadas fue el mismo gobierno quién envió máquinas y destruyeron los sitios sagrados, corrales y panteones.
Sin más, una ejecución presidencial mal aplicada, los despojó no a uno a todos. La señora Dolores fue la encargada de pelear y junto a ella otros más dieron todo lo que tenían. Limpiaba casas y hacía piñatas, con el dinero viajaba a Ciudad de México para luchar por sus terrenos.
Pelearon como guerreros, pero cuando la justicia no quiere ver, no hay modo. Con ella nadie salió en defensa, bueno, más bien, a ella y a sus aliados nadie los escuchó. Nadie en su defensa dijo que “el estado de derecho estaba pisoteado” ni que “el patrimonio de todos estaba en riesgo”, a ella le dijeron que se trataba del desarrollo.
Lo mismo ocurrió en Peña Blanca, el Ejido Cerro Azul, donde de un plumazo lo ejecutaron sobre el terreno donde vivían los Kumiai. Les dejaron 20 hectáreas, es decir el 1% de lo que tenían.
El despojo de las comunidades indígenas no justifica la expropiación del Club Campestre, pero decir que ahora –cuando el terreno de la mancha urbana en Tijuana- está en riesgo significa que el de todos nosotros también, no solo es cegarse a hechos que hace mucho alcanzaron a otros, sino borrar –voluntaria o involuntariamente- en una sola declaración la realidad de la incertidumbre en que vivimos más de la mitad de la población.