En esta esquina: “Lo que natura non da, Salamanca non presta”

Sonia de Anda

TIJUANA, BC. A 7 DE MAYO 2021.- A pesar de que los partidos políticos pelearon durante muchos años por la realización de debates inclusivos en los que pudieran participar todos los candidatos, pues hubo una etapa en la que se excluyeron a los representantes de fuerzas a las que se les llamaba la “chiquillada”, hoy los ejercicios que actualmente se desarrollan y que pudiesen haber sido el sueño ideal de los reclamos en esos tiempos, tal parece que ya no convienen a muchos intereses de la clase política, porque en estos encuentros se evidencia su pobreza intelectual, su falta de conocimiento de los temas y de compromiso con la sociedad que van a gobernar o representar popularmente en el Congreso del Estado.

Vemos candidatos que son buenos oradores y aparentemente tienen las tablas suficientes como para poder tener un buen desenvolvimiento en estos ejercicios, pero prefieren no asistir, sobre todo si son de partidos que los mantienen en lo que podría ser a la cabeza de las preferencias, mientras que otros, que incluso fueron parte de las actuales administraciones estatales y municipales, evitan la posibilidad de enfrentar cuestionamientos de los periodistas moderadores y de los candidatos con menos posibilidades y que tiran de todo a la cabeza, porque no tienen nada que perder.

Lo cierto es que negarle a la sociedad la posibilidad de verlos en un desenvolvimiento de este tipo, no sólo es reprobable, sino es inaceptable porque se niegan a colocarse en una vitrina donde se supone deben demostrar que pueden soportar la crítica y responder a las crisis que se les presenten.

Por ello, la inasistencia a los debates se convierte en un acto de cobardía, un hecho que debería ser sancionado con la pérdida del registro del candidato y convertirse en un acto tan repulsivo a los ojos de cualquier ciudadano, suficiente como para no generarle confianza y negarles el voto, sobre todo para aquellos que fueron servidores públicos en la actual administración y que deberían de tener las suficientes agallas para defender el trabajo que realizaron ellos y el gobierno en el que trabajaron.

Y peor les debería ir a los que busca la reelección como el candidato a diputado del distrito VII del Partido del Trabajo (PT), Julio César Vázquez Castillo que va por su tercera postulación en el mismo cargo y ¿todo para qué? para que sigan votando como parte de la bancada de Morena o del partido que le permita seguir ocupando un cargo de representación popular como lo ha hecho desde hace casi dos décadas, en que ha sido una rémora que vive pegada a los tiburones para comer de sus desechos.

El diputado Julio Cesar Vázquez, quien por cierto también votó a favor de la ampliación de la gubernatura de Baja California en la legislatura pasada, evidentemente no tuvo menor empacho para volverse a postular, porque si algo le sobra, es cinismo, pues no le importó la fuerte llamada de atención que le dieron a él y a todos los diputados de ese entonces, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación por haber hecho la modificación constitucional que generó un escándalo nacional.

Y qué decir de otra de las rémoras del PT, el regidor José Luís Cañada, otro que por años es postulado por este partido para desarrollar el mismo lastimoso papel que Álvarez Castillo y quien las pocas veces que abren la boca es para respaldar el movimiento que haga el tiburón que los alimenta.

Situación similar enfrentan el resto de los candidatos del PT, los pocos que se atreven a presentarse a los debates que tampoco pueden negar la cruz de su parroquia, pues aparte de demostrar su falta de capacidad para defender sus argumentos, no les queda de otra más que respaldar los actos del actual gobierno de la 4T que gobierna Baja California.

Lo que resulta increíble, es ver que la mayoría de los candidatos alcaldes, pero sobre todo, a diputados, ni siquiera demuestran en los debates conocimiento de cuáles son sus funciones y facultades, pues se creen “opinólogos” de todos los temas a los que responden con retórica, las preguntas que en específico se les hacen.

El perfil de casi todos los debatientes es el mismo y es básico: opinan que todo está mal y afirman que todo estará bien cuando ellos lleguen, porque van a cambiar las cosas, aunque no dicen cómo y cuándo se les preguntan las formas para alcanzar tales objetivos, escapan por la puerta de la gestoría y es cuando se transformarán en los grandes gestores ante el gobierno estatal, federal y hasta del orden divino, si es posible.

Hoy se ven casos tan penosos de candidatos y candidatas que fueron postulados en el marco de las acciones afirmativas que representan sectores indígenas o de la comunidad LGBTTI que han llegado renunciar a parte de sus bolsas de tiempo que no son más de tres minutos, porque no tienen la capacidad de responder, se sienten acorralados, pues son personas que pueden tener muy buenos argumentos en su área, pero que solamente son explotadas para rellenar con su nombre una boleta, sin que haya un mayor compromiso de parte del partido que los postula para ayudarlos enfrentar estos momentos.

Al final estos debates lejos de  fortalecer la democracia, desaniman a la sociedad que ve el nivel de la clase política que nos va a gobernar en los próximos tres y seis años, nos dejan un mal sabor de boca sobre el tipo de representantes populares que hablarán por nosotros en el Congreso o de alcaldes que gobernarán nuestros municipios con una lista de buenos deseos o de un gobernador  que por años ha esperado tomar el control de Baja California o de alguna gobernadora que evidentemente carece de la experiencia administrativa para conducir los destinos de una entidad, pero que se confía en un equipo de corruptos que la respaldan porque se han mantenido en el poder a lo largo de muchos años en diversas fuerzas políticas.

Lo triste de todo es saber que ese tipo de personas pueden ganar y no van a garantizar ningún cambio con todo y que tengan la más grandes de las experiencias, ni la suficiente preparación porque sus principios morales están podridos, sus tendencias son corruptas, su cerebro limitado para el bienestar mayoritario y por ello aquí también aplica el viejo adagio español que reza: “lo que natura non da, Salamanca non presta”, ya que cuando naturaleza es limitada, ni la mejor universidad ayuda, mucho menos un partido político.