Reflexiones: El Año de Hidalgo

Por Adolfo Solís

TIJUANA, BC A 10 DE MAYO 2021.- No cabe duda que los gobiernos cada día son más descarados al utilizar el último año de su ejercicio para cometer todo tipo de atrocidades; pagos por servicios ficticios, contrataciones a modo, adjudicaciones directas, contratos plurianuales y hasta pago por el servicio de deuda, son algunos de los ejemplos que podamos mencionar para demostrar el trastorno gubernamental que vivimos.

Es algo monstruoso saber cómo se pueden enriquecer con tanta facilidad y descaro que ya no les da miedo. No les da miedo ni violar la ley. De hecho, en el “Año de Hidalgo”, el dinero fáctico recibido por áreas de seguridad pública; la cooperación de los giros negros, las extorsiones de la CESPT, los pagos por maquinitas y autos chocolates; los usos de las aduanas para introducir mercancía o extraerla; el carril de exportación, los permisos, autorizaciones o licencias de todo tipo y los pagos de cuotas para hacer o dejar de hacer; quedaron pequeños con la nueva forma de asegurar su futuro.

Pareciera que dejar contratos plurianuales es la nueva forma de enriquecerse. La sociedad se quedó tan corta, que hoy, las adjudicaciones directas a los amigos ya son normales para cualquiera de nosotros. En el pasado cuando alguien adjudicaba directamente se veía mal. Hoy, ya no es así.

El “año de Hidalgo” es un claro ejemplo del subdesarrollo. Nadie dice nada, todos se callan, todos tienen miedo y hasta todos toleran de forma directa o indirecta el hecho ilícito. No actuar es ser parte del problema, pero hoy en día hasta vemos normal que mientan y se roben el dinero.

En el “año de Hidalgo” lo que importa es ganar dinero; no importa la ética, la moral, los discursos anticorrupción o los principios; en el último año de un gobierno lo importante es enriquecerse; de todas formas, cuando salga el funcionario no volverá a trabajar, ni volverá a pisar el Estado. Para eso se lleva las arcas llenas, simplemente para desaparecer.

El “año de Hidalgo” se volvió un deporte nacional; asegurar su futuro con contratos y obras públicas de largo plazo, hoy es el negocio.

Es increíble cómo se le puede pagar a un muchacho de 25 años 120 millones de pesos por un servicio que no tendrá ningún resultado. Ni las firmas internacionales ni los contadores y abogados más prestigiados de este país, tienen en sus tarifas honorarios de esa naturaleza.

De hecho, no hay servicio legal, contable, fiscal, financiero, bursátil o económico que tenga un honorario de más de 120 millones de pesos. ¿Cómo es posible que por dar una asesoría fiscal se cobren 120 millones y por conseguir un crédito de tres mil millones de pesos se paguen 66 millones, si son los propios funcionarios los que lo gestionan?

Si para cada actividad de gobierno se requieren servicios especializados, entonces no deberían existir secretarías de Estado, ni funcionarios públicos, que son aquellos que deben de gestionar todas esas actividades sin cargo al erario público. ¡¡Ahh!! pero como estamos en el “año de Hidalgo”, hacemos lo contrario y pareciera que es necesario contratar todos los servicios a terceros con el propósito de hacer una vaquita suficiente para el futuro.

Hacer creer que existe una necesidad apremiante que justifica la erogación millonaria, ya es normal, pero en el “año de Hidalgo”, todo se vale, nadie respeta nada. Los funcionarios dicen que van abatir la corrupción y son los primeros que la promueven, ellos dicen que promueven la transparencia cuando en realidad están inmersos en la opacidad e indican que están desterrando a los corruptos y a los traidores, cuando solo están desenterrando a los más corruptos y traidores de la sociedad.

En el año de Hidalgo la sociedad sabe quién se enriquece, pero para ellos nada importa, de todas formas, los de antes robaban más. Hoy tenemos una nueva historia con nuevos discursos, pero con los mismos hechos atroces, corruptos, desvergonzados, falaces, inaceptables y vulgares.

El “año de Hidalgo” ya se volvió costumbre el llegar al gobierno para enriquecerse y hacerlo de los más normal, esconder los fondos y obtener dinero fáctico porque simplemente es algo cotidiano. Ya nadie se espanta de esas atrocidades que no son más que el reflejo de un trastorno grave y cruel que vive la sociedad.

No importa cuál sea el monto que un político se lleve, ya nada nos asusta. No importa cuántas personas sigan en pobreza, al fin que con discursos de odio culpamos a otros de esa pobreza.

¿Hasta dónde hemos caído que hasta seguimos creyendo en aquellos que saquean las arcas públicas siguen siendo objeto de adoración, sin importar que extraigan el dinero público en nuestra cara? Somos ciegos y mantenernos en ceguera nos hace culpables. Sabemos quiénes roban, pero, pues en el “año de Hidalgo”, eso es normal.

Hasta que el peculado, cohecho, malversación, desvío de fondos y robos a la hacienda pública no sean considerados delitos graves, no se acabará este fenómeno. Bueno, si es que para ese entonces mejoró el nivel de impunidad, que es el vehículo para cometer el acto ilícito.

En tanto sigamos siendo débiles y no expresemos nuestra inconformidad por estos hechos ilícitos, el “año de Hidalgo” seguirá existiendo en cada periodo gubernamental, sin que nadie pueda evitarlo, ocasionando que nuestros hijos vean como un mal ejemplo a los políticos que sin trabajar se enriquecen e incitándolos a cometer la misma vulgaridad.

No depende de ellos, sino de nosotros que se acabe este vicio y para hacerlo se necesita votar, pues no hacerlo es tolerar aquello de lo que tanto nos quejamos y si no lo hacemos, entonces, no nos quejemos