Mucha critica y pocos resultados

Por Octavio Fabela Ballinas
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA A 21 DE JULIO DE 2021.- Jaime Bonilla Valdés, mini gobernador de Baja California, ha hecho de la descalificación una política pública que no resuelve ninguno de los grandes problemas que prometió atender, pero que ha utilizado para -como dicen en la Liber- nadar de muertito y justificar su no hacer nada en “30 años de gobiernos panistas”.
Me centraré en una sola obra en Tijuana qué, efectivamente, los dos últimos gobernadores emanados de Acción Nacional, Guadalupe Osuna Millán y Francisco Vega, ignoraron: El Corredor 2000; vialidad inconclusa, que apuradamente inauguró Eugenio Elorduy, que aún no es entregada al gobierno municipal, a la que le falta de todo y que también Bonilla ignoró.
El Corredor 2000 es una de las vialidades en las que mayor cantidad de accidentes suceden, el estado de la superficie de rodamiento está para llorar, la falta de alumbrado lo hace ideal para que los delincuentes abandonen cadáveres a sus costados y como todavía no está terminado, no lo han entregado al gobierno de la ciudad.
El asunto del agua es punto y aparte, la Comisión Federal contra Riesgos Sanitarios alertó sobre la calidad del agua en las playas y entre las peor calificadas están dos de Baja California. ¿Qué las hizo reprobar? Los derrames de aguas residuales. ¿Quién debe atender eso? El cobrador estrella de Jaime Bonilla, la Comisión Estatal del Agua. ¿Lo hizo? No.
En el colmo de los gastos superfluos, Jaime Bonilla Valdez se desplaza utilizando un helicóptero comprado para labores de seguridad, ahora sale más caro mover al gobernador que a cualquiera otro de los que ocuparon ese puesto en los 30 años previos, a los que critica por excesos y despilfarro, “de gobiernos neoliberales”.
La última que se aventó en sus monólogos diarios fue la de intentar lavarse las manos por la cantidad de homicidios que se están cometiendo en Tijuana, fiel a su costumbre de repartir culpas sin asumir responsabilidades, descubrió el hilo negro: las muertes violentas tienen su origen en el narcomenudeo.
Habló de la necesidad de la coordinación, algo que él no ha encabezado se la pasó peleando con los gobiernos municipales de Tijuana y Tecate, tampoco asumió su responsabilidad como jefe del Poder Ejecutivo de Baja California para implementar políticas públicas de prevención de adicciones y tratamiento de adictos.
Mientras el gobernador reparte culpas y asegura, sin ofrecer pruebas, que todo es culpa de personas ajenas a la administración pública y hasta establece una subdivisión entre ciudadanos tradicionales y no tradicionales, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (Ensu) de INEGI le vuelve a estrellar el huevo en cara, ya que sus gobernados dicen sentirse inseguros.
Eso sí, en vez de ofrecer resultados, critica hasta el físico de personas que nada tienen que ver con el gobierno; señala a los antecesores y hace exactamente lo mismo o menos, presume entregar despensas y se cuelga la medalla de las vacunas que donó Estados Unidos, mientras le pide dinero prestado a los ayuntamientos y promueve reformas para hacer negocios antes de irse.
En resumen, la mini administración de Jaime Bonilla pasará a la historia por criticar mucho y resolver muy poco o casi nada, de hecho, lo que debería ser un gobierno de transición se convirtió en un periodo de errores garrafales que deberá corregir y pagar la gobernadora electa.