REFFLEXIONES: “En el ejército no hay impunidad”

Por: Adolfo Solís

TIJUANA, BAJA CALIFORNIA A 12 DE JULIO DE 2021.- Ningún trabajo, arte o profesión involucra tanto riesgo a la vida como el que desempeñan los elementos del ejército mexicano.

El ejército es la última frontera para aquellos casos donde la sociedad requiere una protección verdadera, ya sea por ataques a la seguridad interior o de la exterior.

El prestigio del ejército se ha ganado a pulso, pues es una de las instituciones con más personal en todo el país; pero casualmente, la que presenta menor trastorno social e institucional; todo gracias a la disciplina militar.

No es raro que la sociedad confíe en el ejército más que cualquier otra corporación de seguridad en el país, porque los casos ilegales en los que se han visto involucrados militares, son contados y en todos ellos; no se ha dejado impune a los perpetradores.

Siempre el militar que se desvía, termina procesado y encarcelado. Se le aplica la ley sin excusas.

El ejército no titubea en casos donde pone el ojo; usa sistemas de inteligencia y contra inteligencia sumamente avanzados que permiten identificar y abatir cualquier riesgo interior o exterior.

Dentro de la institución hay espíritu de cuerpo porque un soldado, cabo, sargento, subteniente, teniente, capitán, mayor, teniente coronel, coronel, general brigadier, general de brigada o división trabajan solo para un lado; saben para dónde corre el río. Su arma más potente es la constitución, la lealtad a la institución y el amor a la patria.

En el ejército saben que una falta es severamente castigada. No hay discursos, ni hay demagogia para abatir el delito, se actúa sin piedad haciendo que prevalezca la ley, respetando en todo momento los derechos humanos de los involucrados.

El ejército no es como las fiscalías estatales que hay en todo el país, donde uno de cada 100 casos termina sentenciado, generando con ello un vehículo para la impunidad y la desconfianza de la sociedad.

En esta institución 100/100 casos en los que se involucra a uno de sus elementos, termina con su enjuiciamiento, la suspensión de sus derechos y su persecución permanente de la fuerza.

Simplemente cuando el ejército persigue deja un estigma imborrable para quien violó la disciplina militar y le genera rechazo permanente por su traición imperdonable en su moral. El delincuente paga con la severidad que amerita el caso.

Muchas críticas al ejército vienen de la delincuencia organizada para tratar de mermar su confianza, ya sea usando páginas web, instituciones o medios de difusión masivos para lograrlo, pero será sumamente difícil que esas acciones puedan cambiar la percepción de la sociedad, pues el trabajo del ejército no se ha construido de la noche a la mañana, sino requirió derramamiento de mucha sangre de valientes soldados que murieron defendiendo los ideales patrióticos de la sociedad, donde el bienestar social siempre está por encima de un interés particular.

Por eso no solo es un poder legítimo, sino que además es una fuerza legitimada por la sociedad para actuar en aquellos casos donde no hay más remedio que llamarle al ejército.

Que no quede duda que la última frontera para la seguridad de este país, son las fuerzas armadas, ni que no son ellos los que tienen mayor disciplina o los de mayor penetración social.

No es el presidente de la República el jefe a quien sirven, es a la sociedad la que comanda su actuar y es el ciudadano de a pie, el que vigila sus actos y por tanto, si alguien de las fuerzas armadas o de la sociedad viola la ley, que no le quede duda que en el ejército no se descansa hasta hacer que se cumpla la legalidad y la constitución.

Aquí es válido el dicho: “el que la hace, la paga” y será con severidad, donde lo único que aprenderá como delincuente, será arrepentirse toda su vida de haber traicionado el honor, la lealtad y la disciplina de la institución, que, por mucho, goza de la confianza de la sociedad que un hecho aislado, nunca podrá cambiar.