REFLEXIONES: Este gobierno sí respeta nuestros derechos. El derecho a la pereza

El falso profeta ya lo decretó, “el rico es el que debe pagar impuestos” y sus mascotitas son las que deben recibir la ayuda de la transformación

Por Adolfo Solís

TIJUANA, BAJA CALIFORNIA, A 16 DE AGOSTO DE 2021.- Paul Lafargue no se equivocó cuando desarrolló el derecho a la pereza como trastorno o enfermedad de la clase política. Un segmento vulgar y mentiroso del gobierno, moría de ganas por poner en práctica la pereza como derecho de los ciudadanos para que no trabajaran y se dedicaran a ser felices.

Para qué trabajar si el dinero público existe para mantenerlos. Tomar el dinero gubernamental para estos fines -como si fuera propio- traería algunas críticas, pero por el contrario, generaría millones de agradecidos. Entonces se preguntaron, por qué no tomarlo.

Mientras más inútiles sean, más agradecidos estarán de su dador, mientras más pereza se practique, su pobreza profunda les hará cambiar migajas por oro, mejor dicho, ayuda por control. Someter masas usando la pereza, no sonaba mal; es una bajeza, pero si funcionaba, los beneficios políticos eran grandes.

Para qué acarrear el estiércol en los plantíos; si nuestro mesías nos daría una vida de apoyos y libertad. Para qué trabajar para el rico lustrando sus zapatos si por el contrario, podíamos levantarnos y dejar que él los lustrara para reírnos de su inutilidad. Para qué lavar pisos o limpiar casas o para qué ser ayudante o empleado si el gobierno nos había abierto los ojos enseñándonos a no trabajar para dejar de seguir humillándonos ante el rico.

Además, este falso profeta ya lo decretó, “el rico es el que debe pagar impuestos” y sus mascotitas son las que deben recibir la ayuda de la transformación.

En realidad viendo las cifras de pobreza, informalidad y desempleo en México se puede entender la filosofía degenerada;  del llamado mito de prometeo y el ideal socialista del moro (Marx), que no buscan evitar desigualdades, sino crear igualdades en la plataforma más baja. Para el profeta, no hay más pobres, simplemente tenemos más igualdad. Si todos somos pobres, entonces hemos llegado a la igualdad.

Has perezosos a todos como un derecho y te lo agradecerán. Esta es la transformación anhelada.

Un grupo social igual en la clase más baja. Al fin es más fácil no trabajar que hacerlo; es más fácil recibir dinero que generarlo. Que se lo quiten a los ricos; aquellos que han provocado las desgracias sociales que aquejan a la humanidad desde hace siglos. Acaben con la vulgar burguesía que explota al indefenso sin entender que es el origen de la desigualdad social.

 

Para qué trabajar si el que trabaja paga impuestos y el que recibe no. Para que ser productivo si requiere cientos de requisitos para cumplir el origen del ingreso, si recibiendo bonos, beca, pensiones o apoyos se está exento.

No cabe duda que somos únicos, nosotros hacemos nigromantes a los monstruos, hacemos próceres a los vulgares y hacemos ídolos a los mentirosos. Que mente tan retorcida ha llevado a su pueblo a la pereza para hacerlos depender de él.

Dejen de trabajar; dejen de trabajar, así sus vidas se volverán más miserables y entonces, cada día dependerán más de mí; tendrán que venir a mí, llenos de ganas para pedir más comida, ayuda y satisfactores. Seré su salvador, su profeta y guiaré sus pasos, acabando con el mal que ha aterrado a los milenios; la burguesía. Yo os haré justicia de semejante demonio.

Cuando sus hijos estén muriendo de peste o hambre, vengan a mí, yo os salvaré. Cuando se pudran en la pobreza, vengan a mí, yo os daré de comer. Cuando sientan que no son dueños de nada, recurran a mí, yo los consolaré.

Como flauta del encantador de víboras, el dinero otorgado a la población dejó de ser un satisfactor a una herramienta poderosa para mover masas. Una herramienta de control amparada en un derecho vil, un derecho putrefacto que mientras más se dependa del gobierno, más se necesitará de él.

La frase “otros datos” no se enfoca en el conjunto de cifras que contrasten una realidad, sino en los objetivos creados y logrados que fortalecen un ideal. Un ideal deformado basado en preservar el derecho a la pereza, que no le permitirá al perezoso ver más allá de sus ojos y por el contrario, agradecer al dador de vida, la propia autodestrucción de la sociedad.