Por Lourdes Loza Romero
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA A 21 DE SEPTIEMBRE DE 2021.- La semana pasada la conductora del Canal 66 Andrea Celeste, vivió una desagradable escena mientras ejercía su labor periodística: fue interrumpida en varias ocasiones por un hombre que se creyó el “sabelotodo” de la situación, el que tenía la verdad absoluta.
Durante el noticiero matutino, Andrea Celeste quiso hacer una crítica editorial sobre un sacerdote mexicano que fomentó la criminalización e incluso el feminicidio en contra de las mujeres que abortan.
Pero esto molestó bastante a su compañero, Edgardo, que simplemente no quiso quedarse con nada y vertió un discurso misógino y desinformado, semejante al que promueven sus amistades religiosas que tanto presume en redes sociales.
El hombre (lo voy a reducir a eso, no se me antoja nombrarlo colega) no permitió que Andrea Celeste expusiera su postura y remató con una frase que a todos nos dejó pensativos: “las mujeres no pueden abortar sin permiso de un padre”. ¿Alguien le explica? Las mujeres abortan con o sin permiso, legal e ilegalmente, solas, acompañadas, en casa, en una clínica clandestina, en el baño de algún establecimiento. Lo hacen.
Edgardo se movió como se mueven la mayoría de las personas que se sienten seguras de su propia verdad, seguramente cuando terminó esa emisión estaba orgulloso de sí mismo por poner en su lugar a esa mujer que no pensaba igual que él y que probablemente estaba en una posición errónea.
Pero el internet no pensó lo mismo. Tal vez recibió un par de aplausos desde alguna iglesia de la Capital del Estado, pero a nivel nacional trascendió como un conductor misógino que descargó su discurso desinformado, en un espacio televisivo importante.
Canal 66 lo obligó a pedir disculpas a su teleaudiencia y a comprometerse a tomar un curso sobre perspectiva de género, aunque dicen que el director editorial después se retractó de haber reprimido públicamente al conductor y dio por cerrada la conversación.
Quedó un pendiente. Nadie le pidió disculpas a Andrea Celeste por no dejarla ejercer su labor e interrumpirla hasta el cansancio. Ella peleó, como pelean diariamente las mujeres para sobresalir en sectores liderados por hombres, y no abandonó su postura. Aunque fue arropada de inmediato por mujeres activistas y feministas que le dieron su respaldo, el Canal no se preocupó por reparar un poco el daño.
Aparte, nadie está hablando de la violencia que sufrió. El ser interrumpida mientras se intenta hablar es un acto de violencia, micro, pero al final es violencia que probablemente el sujeto ejerce con demasiada naturalidad en contra de otras mujeres que conviven con él.
Si le pidieran una disculpa a Andrea Celeste, probablemente serían las disculpas que muchos directores, editores, compañeros y colegas les deben al resto de las reporteras, por no aportar a que nos desempeñemos en redacciones seguras y libres de violencia machista (sí, también hay mujeres jefas que ejercen violencia, no solo los hombres), y por minimizar nuestras opiniones sólo por pensar distinto, por no estar de acuerdo con situaciones que ellos han normalizado durante tanto tiempo y que no nos permiten ejercer dignamente.
Se la deben a Andrea Celeste. Nos las deben a todas.