La doble libreta: Guerrera, hay batallas que no quiero pelear

Por: Gabriela Martínez

TIJUANA, BAJA CALIFORNIA, A 19 DE OCTUBRE DE 2021.- Desde que el mundo, bueno exageré, mejor replanteo: desde que quienes me conocen supieron que tengo cáncer muchos me han puesto a pelear una guerra que desde el primer día no quise pelear, preferí envolverme y abrazarme el cuerpo en una bandera blanca de paz.

Me dicen que tenga ánimo como si por algún motivo las ganas de vivir se hubieran ido o tal vez crean que estar triste después de saber que tienes cáncer es una emoción permanente dentro de uno, pero no, no tiene que ser así, pero es parte del proceso. Estar triste o enojado puede ser incómodo, pero es normal.

Siempre he sonreído pero también lloro ¿Y qué creen? Llorar está bien.

De otra paciente con cáncer en fase metástasis con un 1% de probabilidades de sanar, una con mucho más talento (cantante y de las buenas), escuché decir una frase que guardé en mi bolsillo imaginario muy cerca del corazón para aterrizar los pies cada vez que fuera necesario en momentos de crisis, una pequeña brújula para encontrarme y no perderme en este proceso de Cisplatino, radiación y estreñimiento: soy mucho más que las cosas malas que me han pasado.

Querido lector, discúlpeme, hubiera iniciado con el principio así que mejor dejen me presento. Mi nombre es Gabriela Martínez, tengo 35 años y tengo cáncer en el útero fase 2 y lo supe desde marzo pasado. Sí, yo soy esa persona, pero también soy la hija de Ignacio y Otilia, hermana de Nalle y Mony (hasta aquí dejo mi información porque pues… Tijuana y su seguridad), soy reportera, fan de las novelas de hace años y del rock viejito.

Trabajo para uno de los periódicos nacionales más leídos del país, hace un par de meses un grupo de colegas y yo fundamos un portal de noticias local: Esquina32. Produzco para medios y organizaciones de diferentes países, además de presumirlo (porque a quien engaño siempre he creído que tengo el trabajo más bonito del mundo) significa que soy de ese pequeño grupo de privilegiados que pueden hacer lo que aman. Lo que soñé.

Porque antes de eso nadé en un océano desconocido donde no hallaba mi lugar, hasta que un día alguien me dio la oportunidad.

Soy Gaby la que hace senderismo y una vez hizo cima en el Picacho del Diablo. Mentí en el trabajo para ir al concierto de mi artista favorito, conocí los cenotes de Mérida y Quintana Roo, soy madre de Cristina Emilia, no, no es que haya escondido a mi hija humana es, en realidad, mi hijita gata y también de Leoncio, un peluche. Soy Gaby la que de niña escuchaba a Los Beatles en los viajes de carretera con su papá y la que a veces todavía sueña cuando su mamá la llevaba, de niña, de la mano a cualquier lugar.

He sido bendecida con una familia que ha sido mi oxígeno una y otra vez en cada episodio cuando los he necesitado, a ustedes, siempre, gracias: son mi roble.

Lo justo entonces, para mí, sería reconocer que no solo soy una paciente con cáncer. Sí, lo soy, pero soy mucho más que eso. Aún con las mejores intenciones (porque lo sé) de vez en cuando (a quién engaño, lo hacen cada vez que pueden) me envían a la guerra con un lenguaje bélico en el que me llaman “guerrera”.

Es como si debiera estar en pleito con la vida por tener cáncer, cuando han sido la aceptación, la paz y el amor lo que me han salvado. El amor, siempre ha sido el amor. Cada una de las veces, todo el camino.

Hoy junto a un grupo de amigas que también se han convertido en pomada para esta herida voy a compartir espacio desde donde estoy para hablar sobre la prevención del cáncer, para contar un poco mi historia y resignificar esta enfermedad, la transmisión será a través de la página de Facebook de Esquina32 a las 4:00 pm.

Sean ustedes bienvenidos.