Por: Adolfo Solís
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA A 4 DE OCTUB RE DE 2021.- La crucifixión, la rueda, el empalamiento, la quema en el toro de bronce; la muerte por desollamiento o serramiento, tenían algo en común: provocar una muerte lenta, dolorosa, agonizante, retardada y con el mayor espectáculo posible.
A los enemigos de nuestro emperador Napoleón III que fueron afectados, lesionados, heridos, humillados y agredidos, pareciera que no les importa una salida rápida y digna para el soberano, más bien buscan una salida lenta, humillante, cruel y que lo deje en total soledad.
No buscan los “humillados” olvidar rápido, sino por el contrario, “nunca olvidar”; nunca olvidar los delirios de grandeza de Napoleón III, para que la locura no se vuelva a repetir.
Como si fuera planeado, todas las fuerzas activas y pasivas del Estado, se han unido; no para tratar de aliviar los excesos, abusos, vejaciones, trastornos y daños causados por el emperador; sino para infligir el mayor daño posible a su salida, a fin de que la historia recuerde lo que no se debe de hacer y que ese legado viva en la mente de todos, para que el emperador deba huir y esconderse ante el juicio de la historia.
Todo ha iniciado ya; ha iniciado la pérdida de poder; le seguirá la negación de sus propios seguidores, continuará con el olvido y traición de los mismos y finalizará con la persecución, a fin de que no se borren de la historia los abusos y excesos cometidos de forma irracional.
No habrá pacto, acuerdo o inmunidad que los salve, simplemente pasará lo que no debió pasar; iniciará la cacería, el acorralamiento y su exilio.
Napoleón III, fue diputado el 4 de junio de 1848; y ganó las elecciones por abrumadora mayoría del 75%, el 10 de diciembre de 1848. Sus lemas de campaña fueron “no más impuestos”, “abajo los ricos”. Vivió como un defensor de la democracia, aunque era autoritario. El 15 de enero de 1852 modificó la constitución para darse súper poderes y ampliar su mandato. Murió en el exilio en 1873.