Por: Adolfo Solís
TIJUNA, BAJA CALIFORNIA A 25 DE OCTUBRE DE 2021.- No cabe duda que siempre hay algo peor entre lo peor. El gobierno saliente es un ejemplo de ello, pues ha mostrado el peor rostro de la política y de sus funcionarios; unos funcionarios que no resultaron ser iguales a los del pasado, sino peores.
Simplemente son lo peor entre lo peor, pues no solo se distinguieron por ser corruptos y descarados, sino que además salieron prepotentes, avariciosos, negligentes, cínicos, incultos, codiciosos e ignorantes.
Unos mimos que se decían profesionales de la ley sin serlo, que optaron por manipular la constitución con el fin de llevar ventaja en el juego de poder; un juego de que nunca resultarían vencedores, porque del otro extremo estaban los tres millones de ciudadanos que padecen rezagos, pobreza, desempleo, falta de cobertura de salud y violencia, que desde sus casas de lámina veían hacia el cielo como los funcionarios se transportaban en helicóptero como si fuera una simple Calafia.
Entre lo peor de los gobiernos que habían saqueado las arcas gubernamentales, llegó algo peor, un equipo que encabezó el desastre de la historia moderna.
Involucrados en corrupción desde el inicio de su administración, de pies a cabeza, sobran casos para señalar como: el “tiranito fisamex”, el despojo de terrenos; la extorsión a empresarios; la entrega de contratos plurianuales sin licitación o las asignaciones directas a amigos; el uso de empresas fachada y factureras para desviar fondos y el pacto con los poderes fácticos; simplemente, lo peor entre lo peor.
De principio a fin fue lo peor entre lo peor, por eso, los proyectos legislativos se vinieron abajo: ampliación y reducción de mandato, municipalización del agua, liberación de caseta de playas de Tijuana, sistema anticorrupción, permisos de pesca, invasión de competencia federal en materia de energía, creación de impuestos inconstitucionales y muchos más.
Todos los gobernadores en seis años vaciaban las arcas gubernamentales, pero hoy rompieron su propio récord, en dos se convirtió al gobierno en un negocio personal; el dinero de los bajacalifornianos se gastó como propio y para qué, para dejar un primer lugar en homicidios, decapitados, desmembrados y todo lo inimaginable.
Fue tan negligente el Gobierno que desapareció la institucionalidad construida en décadas y hasta pretendió -sin éxito- que las fuerzas armadas se sometieran a su capricho, sin recordar que éstas sólo responden al pueblo no a los políticos, luchan por el bienestar social y con ideales, no para satisfacer intereses del autoritarismo.
Se van como un trapo viejo lleno de cochambre que empañó todo a su paso: seguridad, estabilidad, confianza, crecimiento, credibilidad e inversión. Todo tirado por soberbia. Un gobierno de papel que sólo sirvió para atacar, denostar y humillar a los enemigos y para premiar a los amigos.
Campeones en demagogia, mentira, odio, coraje y frustración; se convirtieron en un verdadero cáncer para Baja California; sólo importaron ellos y nadie más.
Aquí y ahora empieza la verdad, solo es cuestión de tiempo para ver el final, porque esto no termina aquí; la persecución, apenas está por comenzar.