Por Octavio Fabela Ballinas
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA A 23 DE FEBRERO DE 2022.- Lo que era una especie de negocio familiar, cruzar personas hacia los Estados Unidos de manera ilegal, ahora se ha convertido en una actividad que ya fue arrebatada a los tradicionales polleros por el crimen organizado y con ello se diversificó de la sola acción de guiar a los aspirantes a indocumentados hacia actos más peligrosos para esas personas.
Aunque el cruce de personas sin documentos hacia Estados Unidos ha sido una constante en la historia de Tijuana, lo cierto es que lo difícil que resulta para los migrantes establecerse en la ciudad y esperar a que los norteamericanos resuelvan su solicitud de asilo los empuja a buscar formas arriesgadas de ponerse a salvo, ya que muchos vienen desplazados por la violencia.
En los últimos dos años son constantes las historias en las que familias completas llegan a Tijuana huyendo de la violencia que se vive en su país, en el caso de los centroamericanos, o sus estados como sucede con las que vienen del Sur de México, para ellos el sueño americano no es el progreso material, es simplemente poder vivir en paz.
Para quienes no son mexicanos, el proceso para lograr estadía legal es largo y tedioso, si no obtienen el documento, están destinados a vivir como personas de segunda clase, marginados a labores informales en medio de una comunidad que les dice que los recibe pero que en los hechos los margina.
Una muestra de la falta de empatía oficial con ellos fue el campamento que por casi un año, le faltaron días solamente para cumplirlo, mantuvieron personas migrantes afuera del cruce peatonal de El Chaparral, las familias se mantuvieron ahí engañadas, pero además porque el gran albergue gubernamental no podía recibirlos ya que necesitaban ser regresados de Estados Unidos.
Con el paso de los meses la situación se descontroló y de ser un campamento migrante se volvió en una especie de colonia sin Ley. La mitad de las personas que habitaban en El Chaparral no tenían la oportunidad legal de un empleo, la otra mitad, no ganaba lo suficiente para rentar una casa donde vivir.
Entre que Estados Unidos no recibe las solicitudes de asilo político y México no garantiza seguridad en los estados del sur y no aprueba los documentos de estadía legal de los migrantes extranjeros, las personas que llegan huyendo se desesperan y buscan de cualquier forma llegar a donde creen que estarán seguros, ese es el caldo de cultivo ideal para las bandas criminales que ya están operando en la frontera.
En Tijuana ya se tiene evidencia de bandas criminales que intentan hacer lo mismo que en su momento hicieron en las fronteras de Tamaulipas y de acuerdo con estudiosos del tema, todo indica que podrían pasar del cruce voluntario al forzoso con resultados nefastos para quienes se nieguen a llevar consigo algún tipo de droga.
Soldados del Ejército Mexicano ya identificaron algunos, solo algunos, de los puntos en los que operan estas bandas criminales, existen más que todavía no son intervenidos, pero además de la presencia militar, es necesario que los gobiernos, de los tres órdenes, eviten que siga creciendo la desesperación de las familias que huyen.
En Baja California estamos a tiempo de evitar tragedias como las que ocurren en otras entidades de la frontera norte, para eso, es necesaria la voluntad de resolver los problemas que empujan a las familias a huir. La solución es un asunto mayoritariamente de voluntad y empatía.