Por: Octavio Fabela Ballinas
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA A 06 DE FEBRERO DE 2022.- Juan Ángel es uno de los vecinos de las casas aledañas al campamento en El Chaparral aseguró que los migrantes ya los tenían “hartos” y que su tolerancia hacia ellos terminó cuando lo quisieron agredir por pedirles que no fumaran marihuana y bebieran alcohol frente a su vivienda.
El campamento desalojado la madrugada de este domingo estaba a 11 días de cumplir un año en ese lugar.
Juan Ángel habita uno de los departamentos de la planta baja en el edificio que se encuentra justo enfrente de la caseta de policía en El Chaparral. Narró que cuando él y sus vecinos notaron que había familias en el campamento trataron de ayudar con algo de comida y dándoles permiso de utilizar el baño, sin embargo, hubo quienes abusaron de la cordialidad.
El hombre de la tercera edad es vecino de la zona desde hace 15 años, renta un departamento, observó que contrario a lo que sucedió con la primera gran caravana migrante integrada por ciudadanos haitianos, la de centroamericanos y mexicanos no guardaban compostura y tenían la costumbre de pedir dinero.
“Estamos agradecidos con las autoridades que hicieron lo que tenían que hacer, yo creo que tenían las manos amarradas y por eso no podían nada más venir y sacar gente… ¡y luego nos enteramos que muchos eran mexicanos!, si son mexicanos ¡pónganlos a trabajar que no ellos no son centroamericanos indocumentados!”, expresó.
“¡Ya nos afectaba, estamos esperando que por fin salieran para de vuelta y vivir en paz cómo se debe, como manda Dios pues hay reglas que no están escritas, como lo de respetar el ruido y todo eso, pero mientras se nos molestaba ya llegó el punto donde ya estábamos hartos ya estábamos cansados!”, aseguró el vecino.
Otra de las zonas impactadas por la presencia del campamento fueron los comercios de la zona, algunos bajaron la cortina esperando mejores tiempos, otros como el negocio de venta de boletos de autobús que administra Daniel, modificaron su actividad y durante el último año vendieron servicios a la población de El Chaparral.
Renta del servicio sanitario y carga de teléfonos celulares fue lo que aprovechó Daniel, quien refiere que más que un negocio que dejara utilidades fue una actividad de apoyo mutuo, ya que los migrantes podían utilizar el baño y también cargar sus teléfonos celulares, algo que no cobraban todas las veces.
“Pues de hecho no nos afectó mucho; lo que pasa es que tenemos baños y la gente venía a usarlos y además cargábamos celulares y vendíamos agua”, expuso, aunque aclaró que varios de los migrantes, principalmente niños muchas de las veces no tenían dinero para pagar por lo que los dejaban pasar sin costo.
Refirió que hubo cambios en el comportamiento de ‘El Campamento’, ya que con la llegada de la primera caravana tuvieron algunos problemas por los migrantes, pero que en esta última etapa casi no hubo conflictos, ya que, aseguró, eran personas respetuosas que sólo buscaban lo suyo (pedir asilo a los Estados Unidos) y no tenía nada que decir malo sobre ellos.