Por: Octavio Fabela Ballinas
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA A 15 DE SEPTIEMBRE DE 2022.- La señora Rocío salió de Morelia Michoacán ante el temor que genera la violencia en esa ciudad, la acompañan siete personas, dos adultos y cinco niños con quienes recorrió todos los albergues y en ninguno encontró lugar y el poco dinero que traían está a punto de terminarse.
Dijo que ahora lo que le preocupa es que ya no cuenta con la forma de darle de comer a los menores que la acompañan.
Aunque diariamente arriban familias desplazadas por la violencia, esas personas enfrentan el problema de la falta de espacio en la red de 23 albergues que operan los organismos de la sociedad civil.
Actualmente, el Centro Integrador Carmen Serdán es el único que cuenta con espacio, pero les niegan el acceso, ya que ese lugar solo recibe a extranjeros amparados en algunos de los programas que el gobierno mexicano tiene signado con el de Estados Unidos.
Algunas de las familias desplazadas han tenido que separarse, ya que hay instituciones que solo reciben a madres e hijos y los varones tienen que buscar acomodo en algún otro albergue y el Centro Integrador Carmen Serdán donde el gobierno federal reportó tener espacio, no recibe a mexicanos desplazados por la violencia.
En su desesperación, la señora Rocío, lamentó que en ninguno de los albergues a los que acudió le dieron información clara de cómo encontrar el alojamiento, también se quejó de que al escuchar su acento y verla con las maletas, los trabajadores del servicio público de transporte, le cobraron tarifas muy altas, lo que provocó que rápidamente se agotara el recurso que tenía ahorrado.
Añadió que vino a Tijuana con la intención de pedir permiso para entrar a los Estados Unidos, algo que ya es común escuchar en varias ciudades de Michoacán, en aquel estado no existe una información real de lo que significa hacer el trámite. Empacó y viajó suponiendo que tardaría unos cuantos días el proceso, ante la autoridad norteamericana. Al conocer la realidad, dijo que esperará en Tijuana el tiempo que sea necesario.
Con la presión de no contar con dinero para darle de comer a los niños que viajan con ella, la señora Rocío, continuó llamando a los teléfonos de los albergues con la esperanza de encontrar uno en el que pudiera acomodarse y evitar pasar la noche en la calle, aunque aceptó que estaría dispuesta a esperar siempre y cuando le garantizaran que tendrá lugar en los próximos días.