Por: Octavio Fabela Ballinas.
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA, 25 DE ABRIL DE 2024.- Recuerdo que el ex alcalde Arturo González Cruz se negó a sentarse en la misma silla que su antecesor, Juan Manuel Gastélum, para evitar, decía el, contagiarse del modo de hacer mal gobierno.
Ese recuerdo me vino cuando vi, muy sonriente a la alcaldesa Monserrat Caballero Ramírez sentada a la diestra de quien fue un pequeño gobernador, Jaime Bonilla Valdés, quien ha sido el de menor tiempo en el ejercicio y también en resultados.
Independiente si lo que hace la alcaldesa de hablar de una candidata favorita, en horario laboral y estando en funciones, es o no un delito electoral, lo que sí representa su imagen en una muestra de poca dignidad, al menos dignidad política.
Para nadie fue un secreto que la posición como presidenta de la Junta de Coordinación Política en el Congreso del Estado que mantuvo el tiempo que fue diputada, estuvo apoyada por Bonilla Valdez que despachaba como gobernador.
Pero, el 21 de noviembre pasado, Monserrat Caballero Ramírez denunció ante la Fiscalía de Delitos Electorales a Jaime Bonilla Valdez porque cometió “violencia política en razón de género” en contra de ella.
La denuncia fue presentada “por violencia simbólica, calumnias y violencia mediática que consta en diversos videos y publicaciones en redes sociales, acciones repetitivas y públicas que consisten en desacreditaciones, calumnias, descalificaciones que invisibilizarían del trabajo de la presidenta Municipal de Tijuana, basadas en estereotipos de género, que buscan menoscabar y perjudicar su imagen pública ante la ciudadanía”.
Aun así, la señora Caballero Ramírez se dio el tiempo para platicar con su agresor y al parecer, igual que miles de víctimas de violencia de género, lo perdonó pensando que las cosas van a cambiar.
Entiendo que cada quién es libre de tener las preferencias políticas que quiera, pero los tijuanenses necesitamos un alcalde que atienda la ciudad y no gaste el tiempo en horario de trabajo para echarle porras a su favorita en la elección.
Es un hecho que la alcaldesa, que con el argumento de la veda electoral ya casi no acude a su despacho en el palacio municipal, ya entendió que está en el ocaso de su administración, pero será presidenta municipal hasta el último segundo del último día de septiembre.
Tal vez, por mera dignidad política debería de alejarse de quien hizo todo lo que estuvo en sus manos para minimizarla, pero parece que ya se le olvidó, pero no lo que lo hizo, ya se le olvidó quien es Jaime Bonilla.