Por: Octavio Fabela Ballinas
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA A 15 DE SEPTIEMBRE DE 2021.- Me ha tocado presenciar el cierre de las administraciones de los exgobernadores, Ernesto Ruffo Apel, Alejandro González Alcocer, Eugenio Elorduy Walter, José Guadalupe Osuna Millán, Francisco Arturo Vega de Lamadrid y ahora la del gobernador Jaime Bonilla Valdés, de los seis mandatarios, solo a este último lo notó aferrado al poder que ya casi se le acaba.
No veo en esta ocasión que el mandatario esté ocupado en la terminación de obras que pretenda dejar como legado de su paso por la administración pública, lo notó sí, muy preocupado por pelear con alguien en un intento de distraer la atención hacia lo que verdaderamente importa, como, por ejemplo, el crecimiento de la deuda pública.
En los últimos días, al gobernador Bonilla le ha dado por reclamarle al Congreso del Estado sobre el asunto de la revocación de mandato, una iniciativa a modo que les pasó en los meses en los que peleaba, un día sí y el otro también, con los alcaldes, de Tijuana, Arturo González Cruz y de Tecate, Zulema Adams Pereyra.
Llama la atención que en la iniciativa que todavía se encuentra en el análisis de los diputados, al gobernador se le ocurrió proponer que pudieran ser los funcionarios electos los que sin la necesidad del respaldo de la población pudieran proponer que se le retirara el mandato a algún otro.
Del contenido de la iniciativa que presentó ante la XXII Legislatura, pocos, muy pocos ciudadanos conocen el contenido. Quiero suponer que intentó, como casi todo lo que ha hecho, que pretendía que fuera aprobada sin cambios, sin discusión y en lo obscurito, como al mandatario le gusta manejarse.
Como las cosas no sucedieron del modo en el que a él le gusta, ahora, patalea y despotrica, en contra de los mismos diputados que ya no están con él, que afortunadamente para la mayoría de los bajacalifornianos están dejando de ser la ventanilla de trámites del Ejecutivo y eso le molesta, lo irrita.
Por si no se ha dado cuenta, habría que recordarle al gobernador Bonilla que su postura ya empieza a permear entre quienes sólo escuchan lo que les conviene, por ejemplo, su arrebato electorero de ofrecer lotes de terreno en cien pesos ahora es utilizado como bandera para quienes invaden predios.
Su afán de justificar su falta de resultados en la corrupción de todo aquel que no le sigue la corriente, tiene a los cuerpos de seguridad hundidos en el más elevado descrédito que recuerde y lo mismo sucede con todas las instituciones, incluido el Poder Ejecutivo que encabeza.
Ese aferre al poder, le está haciendo daño, ya no piensa con claridad, se enoja muy fácil y eso provoca que tome decisiones arrebatadas que nos perjudican a todos, por eso, lo que debería ser un proceso de transición tranquilo entre dos políticos emanados del mismo partido, se tensa y se vuelve incierto.
Y entre sus bravatas, le vale todo, se va contra los que fueron sus aliados, descalifica sin el valor de mencionar por su nombre a la gobernadora electa y arroja escupitajos todos los días sin darse cuenta de que cada que lanza uno nuevo, ya tiene en la cara el del día anterior. Se ve enojado, pero yo creo que está frustrado porque las cosas no le salen como él quiere.
Le quedan exactamente 46 días para entregar el encargo y habría que recordarle que, aunque no le gusta, estos días son de transición, lo que significa que ya no puede tomar las decisiones sin tomar el parecer de quien asumirá el cargo a partir del próximo primero de noviembre, en palabras que a él le encanta utilizar: el pueblo lo que quiere es que lleve la fiesta en paz.
Habría que recordarle al señor Bonilla que lo que el pueblo quiere es que en su casa no falte el agua, que el gobierno que encabeza nos garantice seguridad, que exista claridad en el manejo de los dineros públicos, que deje de gastar en asuntos de interés electorero, que los que le ayudan a gobernar sean capaces y no solo amigos…
Así, al momento de redactar estás líneas parece que las notas de la obra publicada en 1862 por el mexicano exiliado en Francia, Narciso Serradell Sevilla, Las Golondrinas, comienzan a sonar cada vez más fuerte y sólo son interrumpidas por el grito de la comunidad pidiendo al gobernador Jaime Bonilla: ¡Ya siéntese señor!