Por: Octavio Fabela Ballinas
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA A 13 DE OCTUBRE DE 2021.- Tuvieron que pasar 709 días para que el gobernador Jaime Bonilla, por fin admitiera con todas sus letras, que fue electo para gobernar por dos años, aunque lo más cercano a esa afirmación era que lo decidiría la Suprema Corte de Justicia y después, como si hubiera forma de no hacerlo, que acataría la resolución del máximo tribunal.
Llama la atención que a escasas dos semanas de que concluya el encargo para el que fue electo, Jaime, como le gusta que le digan las personas que participan en los videos en los que se autopromociona, acepte un hecho que conocía desde antes de inscribirse en la contienda electoral de 2019.
En el intervalo entre el día que asumió el cargo, el primero de noviembre de 2019 y el domingo 10 de octubre de 2021, la no aceptación de la realidad lo llevó a tomar decisiones arrebatadas, sabía que el tiempo era poco y no lo quería reconocer, intentó por todos los medios crear enemigos públicos cosa que tampoco le resultó.
Lo último que nos enteramos es que el negocio que conoce bien, el del agua, intenta ocultarle la información a quien habrá de sucederlo. ¿Acaso cree que seguirá en el cargo y con ello podrá esconder la realidad de la forma en la que gastó y tomó decisiones equivocadas a lo largo de estos casi dos años?
Hoy, de acuerdo con lo que habla todos los días, Jaime Bonilla Valdez siente que todos los ciudadanos de Baja California son sus enemigos potenciales. Solo ve unos cuantos aliados que poco a poco empiezan a retirarse de su lado y sigue buscando con quien tener alguna pelea, por inútil que esta sea.
Con soberbia enfermiza pretende todo aquel que no congenia con sus ideas, muy extrañas, por cierto, sea arrojado a la hoguera de las redes sociales, reducto en el que apertrecha para expulsar, sin que lo interpelen, parte de su frustración por no poder ampliar el tiempo al frente del Poder Ejecutivo de Baja California.
En una andanada de acusaciones sin pruebas, críticas por despecho y enemigos imaginarios ha convertido los últimos días de su pequeña administración; lejos de cerrar programas que podría presumir como logros de su gobierno, prefiere descalificar a quienes tratan de corregir lo que ha hecho mal que, dicho sea de paso, es casi todo lo que emprendió.
Y en medio de todo: justificaciones absurdas. Nadie en Baja California queremos que al estado le vaya mal. Eso es lógico, pretender que suceda lo contrario es similar a darse un balazo en el pie. A escasos 17 días de que concluya su gobiernito, a Jaime, le falta reconocer que a final de cuentas el único verdadero gran problema que ha tenido que enfrentar, es a él mismo y los hechos muestran que está perdiendo la batalla.