Con información de Germán Vega Laing*
TIJUANA, BAJA CALIFORNIA A 17 DE DICIEMBRE DE 2022.- Todos hemos escuchado al Duque de Mantua entonar, casi al final de Rigoletto, una de las arias más famosas de Verdi. Sin embargo, su música alegre no nos revela la soterrada amargura de sus palabras: “La mujer es voluble, como una pluma llevada por el viento: su humor y sus pensamientos son cambiantes; su amable y hermoso rostro puede engañarnos, tanto al reír como al llorar”.
Esto lo dice un disoluto y vanidoso Duque de Mantua, quien respira por una herida que no vemos pero que conjeturamos. “Bien conozco que hablas de la feria según te va en ella”, advierte Melibea a la Celestina, en la Tragicomedia de Calixto y Melibea de Fernando de Rojas.
Llegó a mi mente la letra de esta conocida aria (que hoy, a propósito, nos incomoda por su misoginia) al buscar una manera de definir la Bolsa.
Sí, la Bolsa es voluble, como una pluma llevada por el viento: su humor y sus pensamientos son cambiantes; su amable y hermoso rostro puede engañarnos, tanto al reír como al llorar. Y nosotros, los inversionistas, a veces nos comportamos con la misma fatuidad del Duque de Mantua, cayendo en prácticas de especulación y en sueños guajiros que, en ocasiones, desestabilizan los mercados y provocan el desliste de las empresas.
¿Por qué las empresas deciden deslistar sus valores en Bolsa?
Las empresas tienen la posibilidad de obtener financiamiento mediante la emisión de deuda y/o capital a través de las bolsas de valores. Este mecanismo inicia con la llamada colocación primaria, una oferta pública inicial (OPI), que sirve a la empresa emisora para colocar un número específico de acciones a un precio determinado. Posteriormente comienza el intercambio entre inversionistas, el cual se opera a través de los mercados secundarios, donde los precios se rigen por la oferta y la demanda.
Sin embargo, puede ocurrir una disminución en el volumen operado de las acciones de una empresa emisora. ¿Por qué? Porque se pierde interés en la demanda accionaria y, por tanto, puede bajar el precio de las acciones. Entonces, la empresa emisora sale directamente afectada, y concluye que es más conveniente deslistarse, es decir, sacar sus acciones de la Bolsa, ya sea para retirarse durante un tiempo del mercado o para tocar las puertas de la competencia, alguna otra bolsa que le resulte más atractiva.
¿Y por qué baja la demanda de las acciones?
Las causas son diversas, pero todas ellas explican el desinterés del inversionista. Por ejemplo, ciertos factores externos (políticos, sociales y económicos) generan actitudes de recelo y desconfianza y el desinterés se ve reflejado, a su vez y por supuesto, en el precio de las acciones, que se deprecian, incluso cuando en años anteriores la empresa emisora haya tenido resultados espectaculares. Rrecordemos que los mercados financieros no tienen memoria y que, por tanto, la Borsa è mobile, como una pluma llevada por el viento.
La bursatilidad como causa del desliste
La reducción en el volumen de acciones afecta en su bursatilidad, es decir, en el número de operaciones en las que participa una emisora y esto hace que se castigue severamente el precio, hecho que empuja a la empresa emisora a deslistarse, tanto para no seguir perdiendo como para evitar costos elevados.
Otras causas del desliste
Recordemos que las empresas que cotizan en la Bolsa tienen ciertas obligaciones, entre ellas el presentar información trimestral a la autoridad (hecho que, a fin de cuentas, es una revisión de su capacidad bursátil). Por otro lado, el precio es volátil y no lo fija la emisora, sino el mercado. Y si a eso sumamos que las empresas deben darle seguimiento al inversionista, es probable que entonces, en ciertas circunstancias, decidan retirar sus acciones en Bolsa mediante una Oferta Pública de Adquisición (OPA), ya sea de forma voluntaria o incluso involuntariamente, por no cumplir con todos los requisitos para seguir participando como emisora en los mercados financieros.
Consecuencias tangibles del desliste
Cada vez que una empresa emisora se deslista, trae afectaciones directas a los accionistas, ya que, a pesar del desliste, las acciones no desaparecen y esto hace que el mecanismo de compra y venta sea diferente y más complejo.
Otra consecuencia es la desconfianza de los propios inversionistas, lo que a su vez ocasiona una venta masiva accionaria que afecta en el precio de las acciones. Por otro lado, el desliste también afecta la economía nacional: si una mayor participación de empresas en los mercados financieros fomenta el flujo de recursos, el caso contrario (el haber menos colocaciones de empresas en bolsa) hace que haya menos proyectos de inversión, lo que además reduce las fuentes de trabajo e impacta, por tanto, en la cadena productiva y en el crecimiento económico del país.
La insoportable levedad de la Bolsa
Valga esta paráfrasis del título de la novela de Milán Kundera para sugerir que la volubilidad de la Bolsa no conviene a nadie más que a los especuladores. Por eso, para evitar las crisis y los deslistes bursátiles, yo recomiendo a las empresas emisoras y a los mismos inversionistas actuar con inteligencia más que con intuición, con racionalidad más que con corazonadas, pensar en la Bolsa como un trabajo colectivo de generación de riqueza e intercambio de valores y no como un casino donde la suerte se pone del lado del más astuto.
*Germán Vega Laing es catedrático de la Licenciatura Ejecutiva en Contabilidad y Finanzas de la Escuela Bancaria y Comercial.